
Desde sus primeras pulsaciones en la oscuridad de los clubes underground, el techno ha sido más que un género musical: ha sido un refugio, un acto de resistencia y un grito de libertad. Antes de convertirse en la banda sonora de festivales masivos y raves multitudinarias, el techno nació en espacios marginados, en las sombras de una sociedad que no estaba lista para aceptar la diversidad. Su historia está marcada por la comunidad LGBTQ+, que encontró en estos ritmos hipnóticos un vehículo para la expresión y la lucha contra la opresión.
En la década de los 70, mientras la música disco iluminaba las pistas de baile de Nueva York, en los rincones más underground de la ciudad surgían fiestas clandestinas donde el techno comenzaba a tomar forma. David Mancuso abrió las puertas de The Loft, un santuario sonoro donde la comunidad LGBTQ+ podía bailar sin miedo, lejos de los prejuicios del mundo exterior. Pero no fue el único: Larry Levan en el Paradise Garage y Frankie Knuckles en The Warehouse de Chicago llevaron este movimiento más allá, mezclando sonidos y emociones que darían forma a lo que hoy conocemos como techno.
Estos clubes no eran solo espacios de baile; eran templos de resistencia. En una época donde la discriminación era brutal, el techno ofrecía una vía de escape, un lenguaje universal donde la identidad se expresaba sin palabras. Sus beats repetitivos, intensos y envolventes reflejaban la lucha diaria de una comunidad que se negaba a ser silenciada.
Con los años, el techno se expandió, transformándose en un fenómeno global. Sin embargo, sus raíces siguen vivas en las raves clandestinas y en las fiestas que reivindican la esencia del underground. En ciudades como Berlín, Detroit o Ciudad de México, aún se siente la conexión entre este género y la comunidad LGBTQ+, manteniendo intacto el espíritu de aquellos primeros clubes donde todo comenzó.
Hoy, mientras el techno sigue evolucionando y conquistando nuevos escenarios, es crucial recordar su origen. No es solo música; es una declaración de principios, un himno a la resistencia y una prueba de que el underground siempre encuentra la manera de romper barreras.