
El 9 de julio de 2025, el municipio de Valdivia, Antioquia, fue escenario de un atroz atentado perpetrado por guerrilleros del ELN. En la zona rural conocida como Las Cruces, los atacantes utilizaron un burro cargado con explosivos para acercarse sin levantar sospechas a un pelotón del Ejército. El artefacto fue detonado, causando la muerte del subteniente Jhonatan Monsalve Moreno y dejando heridos a dos soldados.
Este brutal ataque no solo fue condenado por las autoridades civiles y militares como una violación al Derecho Internacional Humanitario, sino que también reavivó un profundo debate ético y social sobre el uso de animales como instrumentos de guerra en Colombia, una práctica tan inhumana como recurrente.
Aunque pueda parecer un hecho aislado, no es la primera vez que la guerra en Colombia convierte a los animales en víctimas silenciosas. A lo largo de las últimas décadas, al menos en ocho ocasiones documentadas, burros, mulas, caballos e incluso perros han sido usados para transportar explosivos y perpetrar ataques. Estos seres vivos, ajenos al conflicto, han sido manipulados y sacrificados sin piedad por actores armados.

Algunos de los casos más impactantes en la historia reciente del país incluyen:
- Chalán, Sucre (1996): burro bomba que mató a 11 policías.
- La Estrella, Antioquia (1997): caballo bomba que mató a un soldado.
- Acevedo, Huila (2002): explosión de un caballo bomba que dejó un menor muerto y cinco civiles heridos.
- Guadalupe, Antioquia (2002): caballo bomba dejó 10 heridos y 20 casas semidestruidas.
- Chita, Boyacá (2003): explosión con un caballo causó ocho muertos.
- Cartagena del Chairá, Caquetá (2011): burro bomba mató a un militar.
- San Vicente del Caguán, Caquetá (2011): hallazgo de un burro bomba, sin víctimas.
- El Charco, Nariño (2013): explosión de un perro bomba dejó dos personas heridas.

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En pleno 2025, cuando Colombia debería avanzar hacia una verdadera paz, el uso de animales como bombas revive lo peor del pasado. No solo es un ataque contra los militares, sino un reflejo de la deshumanización del conflicto y de la urgencia por aplicar justicia integral, que contemple también a los más indefensos: los animales que han sido víctimas invisibles de esta guerra.