
El reto siempre había estado en que el ojo es un órgano extremadamente sensible que depende de un flujo constante de sangre oxigenada para que la retina —la parte encargada de captar la luz y transformarla en señales que interpreta el cerebro— se mantenga viva. Basta con que ese flujo se interrumpa por unos minutos para que la retina pierda su función de forma irreversible, por eso nunca se había logrado conservar un ojo viable fuera del cuerpo.

Un equipo de la Universidad de Miami, junto al Bascom Palmer Eye Institute y la Miller School of Medicine, desarrolló el eye-ECMO, un dispositivo inspirado en máquinas que se usan en cirugías cardiopulmonares. Este aparato bombea sangre oxigenada y una solución especial al ojo de un donante, manteniéndolo funcional durante varias horas tras la extracción. Para hacerlo posible diseñaron una microcánula impresa en 3D que permite que la sangre fluya de forma continua, además de un soporte portátil llamado eye-HOLDER que facilita el traslado del órgano sin perder tiempo vital.
La primera prueba práctica fue un éxito: un ojo extraído de un donante fallecido se mantuvo vivo y con la retina funcionando fuera del cuerpo durante varias horas, algo inédito hasta ahora. El siguiente desafío es aún más complejo: lograr reconectar el nervio óptico, que es el “cable” encargado de llevar la información visual al cerebro. Sin resolver este punto, el trasplante no restauraría la visión.
Los científicos estiman que podrían pasar unos seis años antes de que un trasplante de ojo completo se haga realidad en pacientes. Sin embargo, este primer paso ya representa una revolución, pues abre la posibilidad de curar ciertas formas de ceguera y cambiar la historia de la medicina de trasplantes.