En Cisjordania, la aceituna (símbolo de vida, herencia y resistencia palestina) está siendo arrancada de raíz por la violencia y el despojo. Agricultores que durante generaciones han vivido del fruto de sus olivos ahora se ven atrapados detrás de muros y verjas de hierro, condenados a observar desde lejos cómo les arrebatan lo que es suyo. Lo que alguna vez fue una temporada de esperanza y abundancia, hoy se ha convertido en un tiempo de miedo, represión y ruina.
Los ataques de colonos israelíes alcanzan niveles históricos, con caravanas que se plantan sobre tierras robadas, cosechas destruidas y familias enteras privadas de acceder a sus olivares. Según la ONU, la situación representa un “riesgo sin precedentes” para miles de campesinos que ven cómo se derrumba la economía local, mientras el despojo se multiplica al amparo de políticas estatales. Lo que antes eran tierras fértiles, ahora son campos prohibidos, donde el simple hecho de cosechar una aceituna puede costar la vida.
La voz de los agricultores es un grito de desesperación: “nos cortaron nuestro sustento”, “nos niegan el acceso a nuestras tierras”. Más de 30.000 dunums están sellados y bajo control de asentamientos ilegales, dejando a comunidades enteras sin pan, sin futuro y sin raíces. La temporada de la aceituna, que debería ser una celebración cultural, hoy es un recordatorio doloroso de cómo la identidad palestina está siendo asfixiada junto con sus olivos milenarios.
