Tras dos años de una guerra devastadora, Israel y Hamás firmaron la primera fase de un acuerdo que promete cambiar el rumbo del conflicto en Gaza. El pacto, impulsado por el presidente estadounidense Donald Trump, marca el inicio de un alto al fuego histórico y la liberación de rehenes israelíes a cambio de unos 2.000 prisioneros palestinos. La decisión, aprobada en la madrugada por el gabinete de seguridad israelí, fue celebrada tanto en Tel Aviv como en Gaza, donde las calles se llenaron de gritos, lágrimas y banderas en señal de esperanza. Según el acuerdo, las tropas israelíes se retirarán parcialmente del territorio, reduciendo su control de más del 80 % al 53 %, mientras comienza la aplicación de los mecanismos humanitarios y de reconstrucción.
La emoción fue palpable a ambos lados del muro. En Gaza, familias enteras salieron a las calles a festejar tras años de bombardeos, mientras en la plaza de los rehenes de Tel Aviv la gente se abrazaba y coreaba el fin de la guerra. “Hoy vuelve la esperanza”, dijo una mujer israelí que espera el regreso de su hermano secuestrado. Netanyahu calificó la jornada como “un gran día para Israel”. La tregua, que entrará en vigor en las próximas 24 horas, busca abrir una nueva etapa de diálogo con la mediación de Estados Unidos, Catar y Turquía.
Sin embargo, las dudas persisten. Hamás se opone a la idea de una autoridad de transición liderada por Trump, y los próximos pasos (como el desarme del grupo y la reconstrucción del enclave) siguen siendo inciertos. Para supervisar la tregua, se desplegará un grupo internacional de observadores estadounidenses, egipcios y cataríes. En paralelo, líderes europeos y árabes se reunieron en París para diseñar el “día después” del conflicto, centrados en la seguridad y la reconstrucción de Gaza. Aunque el acuerdo no garantiza la paz definitiva, sí representa la primera señal tangible de esperanza en uno de los enfrentamientos más cruentos del siglo XXI.
