
Un nuevo estudio acaba de ponerle nombre y apellido al desastre climático que vivimos. Según un informe publicado en Nature Climate Change, el 10% más rico de la población mundial ha causado el 65% del calentamiento global desde 1990. Mientras tú te preguntas si vale la pena reciclar una botella de plástico, las élites están quemando el planeta con sus aviones privados, inversiones sucias y lujos sin freno.
Este pequeño grupo de personas no solo ha vivido como si el mundo fuera su patio trasero, sino que también ha multiplicado por 26 el riesgo de olas de calor catastróficas —de esas que deberían pasar solo una vez cada cien años—, y por 17 la intensidad de sequías en la Amazonía. Y, como siempre, los que más sufren son los que menos contaminan: las regiones tropicales, el sudeste asiático, el sur de África. ¿Te suena injusto? Lo es.
La investigación usó simulaciones climáticas y datos económicos para trazar la huella de carbono de diferentes clases sociales. La conclusión es brutal: el cambio climático no es un problema “de todos”, es una consecuencia directa del consumo y las inversiones de quienes más tienen. En otras palabras, el calentamiento global es una crisis de clase.
Estados Unidos y China, dos gigantes con altísima desigualdad interna, son responsables de casi la mitad de la contaminación global. Pero incluso dentro de esos países, el verdadero problema no es la población general, sino su élite. Esa que compra SUVs de lujo, invierte en petróleo y exige aire acondicionado a 18 grados en sus mansiones de 900 metros cuadrados.
¿La solución? El informe lo deja claro: impuestos climáticos a los ricos, freno a las inversiones de alta intensidad de carbono y una reestructuración urgente de las políticas públicas. Mientras los gobiernos siguen pidiéndote que uses menos agua en la ducha, tal vez es hora de mirar hacia arriba… y cobrarle la cuenta a quienes realmente están cocinando la Tierra.