
El proceso creativo de Rush desafía purismos. “Comencé con software pirata – Cakewalk, Fruity Loops – y sigo prefiriendo lo digital”, confiesa. A diferencia de muchos colegas obsesionados con los sintetizadores modulares, ella prioriza la inmediatez: “Si pasas meses programando ensembles en Reaktor, ¿cuándo haces música?”. Sus producciones, publicadas en sus sellos Full Panda (para material bailable) y Hunger to Create (experimental), nacen de ideas concretas. “Puede ser un concepto neurológico o una emoción cruda. Lo importante es que tenga sustancia”.
Esta búsqueda de significado la llevó a crear Aurora Cerebralis (2023), instalación que replica el funcionamiento del cerebro mediante sonidos generativos. “Es un órgano que alucina hasta colapsar, y quería que el público lo viviera en primera persona”, explica. Similar enfoque conceptual guió su colaboración con la casa de moda UY para ZONE 005 en Berghain, donde convirtió el dancefloor en una ceremonia sufí con bailarines giratorios y beats hipnóticos. “El techno es el ritual secular de nuestro tiempo”, sentencia.

Como DJ, Rush es conocida por sets que oscilan entre el industrial crudo y el techno cósmico. “En clubes soy más pragmática, pero en festivales como Draaimolen puedo explorar sonidos más abstractos”. Critica la creciente estandarización de los live acts: “Promotores quieren performances ‘en vivo’ pero sin equipos. Si todo se reduce a una laptop, pierde la gracia”.
Sus opiniones son tan contundentes como su música. Sobre las mujeres en la escena: “Algunas caen en el juego de seducir en vez de crear. Hay que decir ‘fuck off’ a esos estereotipos”. Del poder social del techno: “En Tbilisi 2022, las raves fueron trincheras contra la represión. La pista de baile es nuestro espacio de resistencia”.

El techno no debería limitarse a hacer bailar, sino a transportar” —esta máxima que podría sonar a eslogan es en realidad el principio rector de toda la obra de Rush. Para ella, el verdadero poder del género reside en su capacidad para funcionar como máquina del tiempo sónica, capaz de evocar memorias colectivas (como en sus referencias al underground soviético) o proyectar futuros distópicos (en sus collabs con científicos para simular sonidos de agujeros negros). Cada performance es un billete de ida: a veces a las raves ilegales de los 90 que la formaron; otras, a paisajes mentales donde los sonidos tienen textura y temperatura.
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Esta filosofía explica por qué sus proyectos trascienden el formato club. Cuando diseña instalaciones como Aurora Cerebralis o cuando convierte desfiles de moda en rituales techno, Rush está aplicando el mismo principio: el beat como vehículo, no como destino. “En Berlín aprendí que el techno puede ser alta cultura sin perder su esencia callejera”, comenta sobre sus colaboraciones con instituciones como el CTM Festival. Sus mixes para NTS Radio son cápsulas donde conviven field recordings de mercados georgianos, samples de películas de Tarkovsky y grooves que parecen transmitirse desde una nave espacial abandonada.
“El techno es nuestro ritual moderno, donde por unas horas dejamos de ser individuos para convertirnos en energía pura”, afirma Rush con la convicción de quien ha dedicado tres décadas a transformar beats en experiencias trascendentales. Esta visión, que une lo tribal con lo tecnológico, lo cerebral con lo visceral, es lo que hace de su música un fenómeno único en la escena electrónica. Desde sus primeros experimentos con software hasta sus actuales inmersiones neuronales en Aurora Cerebralis, Rush ha demostrado que el techno puede ser tanto un arma de resistencia política como un puente hacia dimensiones desconocidas de la percepción. Para quienes buscan algo más que música bailable, su obra es un portal listo para ser cruzado:
Escucha aquí la discografía completa de Dasha Rush y deja que sus frecuencias reorganicen tu realidad: