
En pocos años, el Triángulo del Litio: Argentina, Chile y Bolivia, pasó de ser presentado como un proyecto estratégico para el desarrollo regional a convertirse en un territorio cada vez más disputado por intereses externos, especialmente de Estados Unidos y sus aliados. Los principales salares, como Uyuni, Atacama y Olaroz, concentran un recurso clave para la transición energética y la industria tecnológica global, y hoy están en el centro de decisiones políticas que han reducido el control estatal y acelerado la apertura a capitales extranjeros, en muchos casos alineados con agendas geopolíticas de Washington, sin un debate público profundo ni consensos sociales sólidos.

Para diversos sectores críticos, este giro marca un nuevo ciclo de extracción que recuerda viejas dinámicas de dependencia en América del Sur, donde el valor agregado, la tecnología y las ganancias se concentran fuera de la región, mientras los impactos ambientales y sociales permanecen en los territorios. La disputa ya no se expresa únicamente mediante intervención directa, sino a través de presión económica, condicionamientos financieros y narrativas mediáticas que legitiman estos cambios. En este escenario, el litio deja de ser solo una promesa de futuro y se convierte en un reflejo de la tensión permanente entre soberanía, desarrollo real y la influencia de Estados Unidos en el tablero regional.




