
Escuchar una canción y sentir cómo la piel se eriza no es casualidad, sino una respuesta emocional conocida como frisson. Este fenómeno ocurre cuando la música despierta una reacción intensa en el cerebro, liberando dopamina, la misma sustancia asociada al placer y la recompensa. Suele aparecer en momentos inesperados, como un cambio de ritmo, una pausa repentina o un pasaje particularmente emotivo, generando una sensación física de escalofrío o piel de gallina.
Diversos estudios estiman que cerca del 55 % de las personas experimentan frisson al escuchar música. Quienes lo sienten con mayor frecuencia tienden a mostrar rasgos como una mayor empatía, inteligencia emocional y apertura a nuevas experiencias, lo que sugiere que la forma en que percibimos la música está profundamente conectada con nuestra sensibilidad emocional.
Aunque no todos lo experimentan de la misma manera, el frisson demuestra el poder que tiene la música para activar nuestras emociones más primitivas. Es una reacción que trasciende el gusto o el género musical: un recordatorio de que, más allá del sonido, escuchar también puede ser una experiencia física y profundamente humana.