Los jóvenes de la Generación Z están bebiendo menos, pero no por cuidar su salud como muchos creen, sino porque el contexto en el que viven ha cambiado radicalmente. La precariedad laboral, la falta de dinero y el costo de la vida hacen que salir de fiesta y gastar en alcohol ya no sea una prioridad. Aunque las marcas han intentado atraerlos con cervezas sin alcohol o vinos desalcoholizados, el verdadero muro es que esta generación tiene menos ingresos y menos estabilidad que los millennials o los baby boomers, lo que limita su capacidad de consumo.
A esto se suma un cambio profundo en la manera de relacionarse: los jóvenes pasan más tiempo en internet que en reuniones cara a cara, lo que significa menos fiestas y menos ocasiones para beber. La “resaca digital” también juega un papel clave: con los teléfonos siempre encendidos y las redes sociales listas para viralizar cualquier imagen comprometedora, muchos evitan el alcohol por miedo a ser grabados borrachos y expuestos ante miles de ojos. No es casualidad que en 1991 más del 60% de los estudiantes de secundaria en EE. UU. hubiera probado una borrachera, mientras que en 2024 la cifra cayó a casi la mitad.
El resultado es una generación que pospone su relación con el alcohol y que, cuando finalmente lo consume, lo hace con más cautela y en menor medida. Sin embargo, los expertos advierten que esta tendencia podría cambiar en el futuro: a medida que los centennials ganen independencia económica y se alejen de la presión constante de las redes sociales, es probable que su consumo se acerque al de generaciones anteriores. Por ahora, su estilo de vida, marcado por la incertidumbre, el internet y el miedo a la exposición, está reescribiendo las reglas del juego para la industria del alcohol.
