
Desde pequeña desafió los roles de género y los patrones culturales que insistían en decirle qué podía hacer con su sensibilidad artística. Aprendió piano clásico, cantó en coros y estudió música académica, pero abandonó la universidad para montar su propio estudio. Porque antes que seguir reglas, ella necesitaba explorar sonidos, aprender síntesis y producir por su cuenta, sin pedir permiso ni validación.
Del pop experimental al darkwave, del rave al techno industrial: su evolución musical fue tan visceral como autodidacta. Y en ese proceso, no solo construyó un sonido poderoso, sino que también desmanteló poco a poco la idea de que una mujer no puede dominar una maquinaria sonora dura, ruidosa y sin concesiones. Cuando su proyecto anterior, Pulsewidthmod, comenzaba a llamar la atención, prefería ocultar su identidad de género. No por miedo, sino por convicción: no quería que la escucharan por ser “una chica que hace techno”, sino por la fuerza indiscutible de sus producciones. Su primer EP, Against His Will, publicado por Sonic Groove, no solo marcó su entrada formal al circuito techno internacional, sino también una declaración de independencia artística. “Estoy furiosa, y no voy a soportarlo más”, ha dicho. Y cuando la escuchas, lo crees.

Su paso por lugares como Tresor y su actual residencia en Berlín no son solo logros profesionales; son una confirmación de que su sonido pertenece a las pistas más exigentes del mundo. Pero no se trata solo de dónde toca o quién la ficha. Lo que hace a Maedon especial es cómo utiliza el techno como lenguaje de resistencia.
Que cada pulsación rítmica lleva implícita una historia de lucha, aprendizaje, y sobre todo, libertad. Escuchar a Maedon no es del todo cómodo. Pero sí necesario. Porque a veces, la incomodidad es lo que hace falta para moverse.
Escucha a Maedon aquí: