
Treinta años después del sitio de Sarajevo, Italia revive una de las acusaciones más atroces de la guerra en Bosnia: que algunos extranjeros viajaron hasta las colinas para participar en “safaris humanos”, pagando por disparar contra civiles como si fuera un macabro entretenimiento. La Fiscalía de Milán investiga nuevos testimonios que apuntan a un sistema de tarifas donde matar tenía precio… y matar a un niño costaba aún más.
Las declaraciones hablan de visitantes que entraban por Trieste, pagaban a milicias serbobosnias y eran guiados hasta puntos de tiro con vista directa a la ciudad en ruinas. Se mencionan montos diarios, pagos en efectivo y un “tarifario” escalofriante según el tipo de víctima. Lo que antes parecía un rumor imposible ahora toma forma en documentos y relatos que coinciden con lo que parece ser una oscura verdad.
Aunque estas historias habían circulado en documentales y en testimonios aislados, nunca habían llegado a un proceso judicial de este calibre. La investigación actual podría, por primera vez, poner nombres propios, rutas y responsabilidades sobre uno de los capítulos más repulsivos del conflicto. Para Sarajevo es una herida que nunca cerró; para la justicia europea, una verdad que ya no se puede seguir esquivando.




