
la “adolescencia del cerebro” dura mucho más de lo que imaginábamos. Tras estudiar miles de imágenes cerebrales, encontraron que las redes neuronales siguen ajustándose, optimizándose y funcionando con un nivel de flexibilidad extremo hasta pasada la treintena. Es decir, el cerebro no llega a su punto máximo de organización en la juventud temprana, sino a comienzos de los 30, justo cuando muchas personas creen haber alcanzado su etapa más estable.
El estudio propone además un mapa distinto del desarrollo cerebral: cinco momentos clave que marcan saltos importantes en cómo pensamos, aprendemos y procesamos el mundo, con hitos que coinciden con fases vitales tan reconocibles como la infancia, la adultez inicial o los primeros signos del envejecimiento. Para los investigadores, esto abre la puerta a replantear cómo entendemos la madurez mental, el riesgo de trastornos y la forma en que cambia nuestra mente a lo largo de la vida.

Infancia (0 – 9 años):
Es la fase de mayor expansión. El cerebro crece rápido, prueba múltiples rutas neuronales y todavía no prioriza la eficiencia. Funciona “abierto”, explorando más de lo que optimiza.
Adolescencia extendida (9 – 32 años):
Aquí ocurre el ajuste más drástico. El sistema nervioso afina sus circuitos, elimina lo que no necesita y alcanza su punto máximo de rendimiento. Es la etapa más exigente y la que impulsa el mayor salto en capacidad cognitiva.
Adultez (32 – 66 años):
Predomina la estabilidad. Las funciones mentales se mantienen firmes y los cambios son más lentos, como si el cerebro operara sobre una plataforma ya consolidada.
Envejecimiento inicial (66 – 83 años):
El cerebro empieza a reorganizarse. Algunas regiones trabajan de manera más independiente y la comunicación entre ciertas áreas disminuye, pero no se trata de una caída abrupta.
Envejecimiento avanzado (83+):
Los patrones anteriores se intensifican. Las redes se fragmentan un poco más y la eficiencia baja gradualmente, aunque existen menos estudios en personas de esta edad.





