
En un quirófano de China, mientras el mundo seguía en su rutina, un equipo de cirujanos realizaba una operación que podría cambiar la historia de la medicina moderna: implantaron con éxito un hígado de cerdo en el cuerpo de un humano. Diez días después, ese órgano seguía funcionando, produciendo bilis, albúmina y desafiando todo lo que creíamos saber sobre los límites de la ciencia. Aunque el receptor estaba clínicamente muerto, el órgano vivía. Y eso, por increíble que parezca, podría ser el principio del fin para una de las crisis más silenciosas del sistema de salud: la escasez de órganos.
Esta historia parece sacada de The Good Doctor, pero no lo es. No es ciencia ficción. Es ciencia real, y acaba de ocurrir en el Hospital Xijing, en Xi’an. Aquí no se trató de un ensayo clínico cualquiera, sino de una cirugía de nueve horas en la que un hígado de 700 gramos de un cerdo miniatura genéticamente modificado fue trasplantado a un hombre de 50 años en muerte cerebral. ¿El objetivo? Comprobar si un órgano porcino podía funcionar en un cuerpo humano, al menos temporalmente. La respuesta es clara: sí, y lo hizo durante más de una semana.
¿Por qué cerdos? Porque sus órganos son sorprendentemente similares a los nuestros. Su tamaño, estructura y fisiología los convierten en los mejores candidatos para ser donantes inter-especie. Pero no cualquier cerdo sirve. El hígado utilizado en esta operación provenía de un ejemplar modificado por Clonorgan Biotechnology, empresa que crió al animal en una instalación libre de patógenos. A este cerdo le eliminaron tres genes responsables de provocar un rechazo inmunológico inmediato en humanos y le añadieron tres genes humanos para hacerlo más compatible con nosotros.

Este no es el primer intento de trasplante animal a humano, pero sí el más exitoso en cuanto a duración funcional y ausencia de rechazo. Estados Unidos ya había probado con corazones de cerdo en humanos vivos y riñones en personas sin actividad cerebral. En todos los casos, aunque los receptores murieron, los órganos funcionaron durante días o semanas, mostrando una luz al final del túnel. Sin embargo, el hígado —un órgano vital complejo, encargado de más de 500 funciones— era una frontera aún sin cruzar. Hasta ahora.
No se trata aún de un reemplazo total y permanente. El procedimiento fue diseñado como una prueba, una suerte de simulacro con potencial terapéutico futuro. La idea es que estos órganos puedan servir como puentes temporales para pacientes en fallo hepático agudo, mientras esperan un trasplante humano o su propio hígado se recupera. Y esa opción no es menor: podría salvar miles de vidas al año.
Solo en China, se estima que cientos de miles de personas experimentan insuficiencia hepática cada año, pero en 2022 apenas 6000 lograron recibir un trasplante. El resto, en muchos casos, muere esperando. Lo mismo ocurre en gran parte del mundo. La demanda supera por mucho la oferta de órganos. Y aquí es donde el xenotrasplante —el uso de órganos de animales en humanos— puede dejar de ser una idea marginal y convertirse en una solución real.
El hígado funcionó. Produjo bilis. Secretó albúmina. Mostró buena integración con el cuerpo humano. Y, lo más importante, no provocó rechazo ni transmitió patógenos porcinos. Incluso los tejidos del injerto mostraron señales de regeneración. Técnicamente, fue un éxito. Éticamente, se respetaron todos los estándares: el receptor estaba en muerte cerebral, la familia autorizó el procedimiento y todo fue supervisado por un comité ético.
Dou Kefeng, uno de los cirujanos líderes de la intervención, y su equipo ya planean repetir la cirugía en otro paciente con muerte cerebral. En la próxima ocasión, extirparán el hígado original del receptor, lo que permitirá una evaluación aún más clara del funcionamiento del órgano porcino como única fuente de soporte hepático.
Puede que dentro de unos años, los órganos de cerdo salven la vida de un ser querido. Puede que tu hígado, corazón o riñón llegue no de un donante humano, sino de un animal modificado con precisión genética quirúrgica. El futuro de la medicina puede estar gruñendo en una granja libre de patógenos en algún lugar del mundo. No es un milagro. Es ciencia. Y está funcionando.