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Profile: D.DAN El Techno Álgido De Mala Junta.

D.Dan no es hijo de la escena. No lo apadrinó ningún colectivo. No lo crió Berlín. Se inventó solo, a punta de ritmo, rabia y paciencia. Es un tipo que cargaba su mezcladora en el baúl del Volvo familiar para poner música que nadie entendía en fiestas del colegio. Uno que creció escuchando salsa en el living de su casa, viendo a su mamá bailar New Order mientras el jazz de su papá se colaba por las paredes. Uno que quemó su adolescencia entre guitarras distorsionadas, discos de Incubus y un par de drum kits prestados en una escuela gringa cualquiera. Ese fue su punto de partida.

Pero el verdadero giro vino cuando descubrió que podía manipular un MP3 desde un tornamesa sin tener una colección de vinilos. Ese fue su momento mind blown. No necesitaba permiso, ni aval, ni amigos en la escena. Solo necesitaba su cabeza, su obsesión, y una conexión de internet.

D.Dan no aterrizó en Berlín con un plan maestro, pero tampoco lo hizo a ciegas. Se encerró tres años en Seattle a construir algo que tuviera sentido, a pelear contra su cabeza analítica y a liberarse con un alias: D.Dan. Nada de perfeccionismo. Nada de “esto tiene que sonar así”. Solo producir, sacar, soltar. Y funcionó.

Porque cuando no haces música para encajar, sino para sobrevivir, algo distinto se nota. Ese algo fue lo que lo llevó a enviar, sin pensar mucho, un batch de tracks veloces y ásperos a Lobster Theremin. Y ese algo fue suficiente para que lo llamaran casi de inmediato: “Justo lo que buscábamos”. Boom. Primer EP. Primera explosión.

Pero no te equivoques. No es solo técnica. No es solo pegada. Lo de D.Dan es visceral, físico, casi punk. Hay groove, sí, pero con filo. Hay rabia bien dirigida. Hay urgencia. Hay narrativas que no buscan gustar, sino liberar tensión. Su techno no es neutro ni funcional: es mutante, sudoroso, con alma. Y eso se siente en sus sets como residente de Mala Junta, o cuando parte Berghain en dos. Hay energía, pero también memoria. Detrás de cada track hay años de fricción.

Hoy, con su propio sello summerpup, honra sus raíces y lo que le enseñó su madre: que incluso en la incertidumbre, uno puede encontrar propósito. Que ser un “cachorro de verano” —como lo llama ella— es símbolo de suerte y de persistencia.

Y sí, podría decirse que todo esto fue una serie de casualidades bien alineadas. Pero la verdad es que nada de esto fue suerte.

Fue obsesión. Fue pasión desmedida. Fue no quedarse esperando el momento perfecto.

Esto apenas es la intro. Lo bueno empieza con los audífonos puestos. Escucha a D.Dan aquí:

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