
Desde el pasado 21 de junio de 2025, las pequeñas islas japonesas de Akuseki y Kodakara, ubicadas en el remoto archipiélago de Tokara, han sido sacudidas por una sorprendente serie de más de 1.500 sismos, generando un ambiente de creciente tensión entre los habitantes. Aunque los temblores no han causado daños materiales graves ni víctimas, la constante vibración del suelo ha provocado estrés, ansiedad, insomnio y preocupación generalizada entre los residentes, muchos de los cuales han optado por evacuar por precaución.
El pasado domingo 6 de julio, 46 personas abordaron un ferry hacia Kagoshima, en la isla principal de Kyushu, uniéndose a las 13 que ya habían sido evacuadas el viernes. A pesar de las recomendaciones, unas 60 personas decidieron permanecer en las islas, principalmente por la imposibilidad de abandonar a sus animales o por compromisos con sus hogares.
Ese mismo domingo, dos nuevos sismos de magnitud 4,9 y 5,5 sacudieron Akuseki en horas de la tarde, reforzando la alerta en la región. La Agencia Meteorológica de Japón (JMA) ha advertido que podrían producirse nuevos sismos de magnitud cercana a 6, por lo que el nivel de vigilancia se mantiene alto.
La cadena de islas Tokara está situada sobre la fosa de Ryukyu, una zona altamente sísmica donde la placa del mar de Filipinas se subduce bajo la placa euroasiática. Aunque los movimientos telúricos son comunes en esta parte del mundo, los expertos han calificado como inusual la duración e intensidad de este fenómeno. Según la JMA, en eventos pasados la actividad sísmica en la zona suele disminuir después de unos 10 días, pero en este caso ya han pasado más de dos semanas sin señales de estabilización.
Japón, como país insular situado sobre el Anillo de Fuego del Pacífico, está acostumbrado a los terremotos, y muchas de sus infraestructuras están preparadas para resistir temblores. Sin embargo, cuando se trata de islas pequeñas con poblaciones reducidas y servicios limitados, la evacuación suele ser una medida clave para garantizar la seguridad de sus habitantes frente a amenazas imprevisibles.
Las autoridades locales continúan monitoreando la situación, mientras se organizan nuevas evacuaciones en caso de que aumente la intensidad o frecuencia de los sismos. Por ahora, la prioridad es proteger a la población frente a un fenómeno natural que, aunque no ha causado daños visibles, está afectando profundamente la salud mental y el bienestar de las comunidades insulares.