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Trump declara la guerra a los poppers y comienza a cerrar fábricas en EE.UU.

El aroma del hedonismo tiene los días contados en Estados Unidos. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ha iniciado una ofensiva contra los poppers, esas pequeñas botellas de nitritos de alquilo que han sido protagonistas en la escena LGBTQI+ y en la cultura de la fiesta durante décadas. Double Scorpio, una de las marcas más icónicas en la industria, anunció este fin de semana el cierre total de sus operaciones tras una redada y confiscación por parte de las autoridades sanitarias. No fue la única: la acción de la FDA habría impactado a otros fabricantes y vendedores, marcando el fin de una era en la historia del popper en Norteamérica.

El golpe no es casualidad. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha traído consigo una nueva agenda moralista y conservadora, y los poppers, que siempre han habitado un limbo legal, se han convertido en el nuevo enemigo de la administración. La FDA ya había lanzado advertencias en 2021 sobre los efectos adversos del producto, alegando riesgos para la salud como arritmias y presión arterial peligrosamente baja, pero hasta ahora nunca había actuado con tal contundencia.

La narrativa en torno a esta represión se vuelve aún más turbia con la figura de Robert F. Kennedy Jr., actual secretario de Salud y Servicios Humanos, quien supervisa directamente a la FDA. Conocido por sus inclinaciones conspiranoicas, Kennedy ha propagado teorías que vinculan el consumo de poppers con el SIDA, afirmando que su uso en la comunidad gay fue un factor clave en los primeros brotes de la enfermedad. Estas declaraciones, ampliamente desmentidas por expertos en salud pública, son solo una parte del historial de Kennedy, quien también ha asegurado que el VIH no causa el SIDA, que el COVID-19 fue diseñado para salvar a judíos asquenazíes y chinos, y que la enfermedad de Lyme es una creación militar.

Mientras las fábricas cierran y la comunidad LGBTQI+ reacciona ante esta nueva ofensiva, la pregunta que queda en el aire es: ¿realmente se trata de una cuestión de salud pública o de una cruzada ideológica? Lo cierto es que, en la era Trump, el placer y la libertad parecen estar en la mira de las autoridades.

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